Segunda persona


Si una noche de invierno un viajero toca a tu puerta aunque sea verano, y le abres, y le invitas a pasar, y te sientas a su lado mirándole a los ojos para escucharle mejor, y permites que sus palabras penetren en ti, y se apoderan de ti, y te transformas, te empoderas, y te conviertes en el instrumento que inventa música con lo que cuenta; si lo permites, serás las manos con las que sueña, serás la lupa con la que mira.

Por eso no te extrañó que fueran ajenas las palabras escritas con tu caligrafía, en tu libreta, con la tinta negra de tu bolígrafo. Recibiste las felicitaciones con agrado aún sabiendo que el autor del texto era aquel viajero nocturno de invierno o de verano, de primavera o de otoño; no importa. Nada importa ya.

Aquel viajero se convirtió en la brújula de tus cuentos. Tú eres el arpa que hace sonar sus más brillantes melodías.


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